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jueves, 30 de diciembre de 2010

Los hombres que no amaban a las mujeres: Stieg Larsson

Hoy, de regreso a casa, por fin terminé de leer Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson (Planeta, 2005). ¿Qué me pareció? Bueno, me forcé a concluirla a la fuerza, porque debo decir que perdió todo mi interés luego que descubrieran al asesino.

Debo decir, además, que Harry Potter y la piedra filosofal mantuvo mejor el misterio que el ladrillo que acabo de leer. En los momentos cruciales donde descubrían no solo a los asesinos, sino también el destino de la desaparecida Harriet Vanger, daban tantas vueltas sobre el tema, que al final las respuestas se volvían predecibles.

De todas maneras, mi adicción a la novela se guío por saber quién era el bastardo que odiaba tanto a las mujeres, nombre que logré revelar en mis días libres. Consideró que debió conseguirle un buen final y acabar la historia. Pero alargarla a la venganza personal y denuncia periodística de Mikael Blomkvist quebró todo mi interés sobre ella. Peor aún cuando acabaron el libro con una escena que poseía toda la creatividad de las telenovelas mexicanas alrededor de Lisbeth Salander.

¿Qué sigue? S. me dijo que ya era de que deje de leer literatura basura, así que continuaré con un libro que deseé por mucho tiempo y esta Navidad se hizo realidad. Esto mientras me animo a regresar por la segunda parte de la trilogía Millennium. En un intercambio de regalos me obsequiaron su continuación así que no la desaprovecharé.

Hasta la próxima J

lunes, 27 de diciembre de 2010

Off the record en Millennium


Esta semana he reparado en que el autor de Los Hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson, tenía una obsesión por el off the record. Seguramente esta frase lo acompañó muy seguido durante toda su carrera periodística, tal y como lo narra Álvaro Cepeda Neri en el artículo Una prebiografía de Stieg Larsson”.

Fue una mala interpretación del off the record lo que llevo a la cárcel a Mikael Blomkvist, acusado de difamación. Al no poder probar todo lo que una fuente “anónima” le había informado.

Y es el off the record lo que tanto obsesiona a Cecilia Vanger a toda hora que se toca el tema de la desaparición de Harriet Vanger.

Pero para resolver el significado de este término debemos citar a Santiago Pita Romero, en un artículo altamente recomendable y completo titulado El secreto profesional y el off the record”.

Comencemos por el más simple, el llamado off the record (cuya traducción literal sería fuera de la grabación o, mejor, para no publicar). ¿De qué se trata? Es un pacto, explícito o implícito entre la fuente informativa (se trate o no de un funcionario) y el periodista por el cual éste se compromete a: 1) no publicar esa información, o 2) si así se acordase, a publicarla sin revelar la fuente.

Esto, para que no vuelva a ocurrir confusiones que puedan tener consecuencias penales, como la que se cita en esta oportunidad. Mikael Blomkvist se encuentra con un viejo conocido de la universidad, Robert Lindberg, y después de compartir unas copas de licor, éste decide confiarle una bomba periodística, para que Blomkvist pueda usarlo en un artículo de destape en su revista Millennium.

—Ahora es cuando la historia se pone interesante —dijo Lindberg y, de repente, pareció asombrosamente sobrio—. Ya que eres periodista, que conste que esto es off the record.

— ¡Joder, no puedes estar contándome cosas para luego decirme que no me dejas utilizarla!

—Claro que sí. Lo que te he explicado hasta ahora es de conocimiento público. Busca el informe y échale un vistazo si te parece. El resto de la historia, lo que no te he contado todavía, publícalo si quiere, pero tienes que tratarme como una fuente anónima.

—Vale, pero según la terminología general off the record significa que me han revelado confidencialmente algo sobre lo que no puedo escribir nada.

—A la mierda con la terminología. Escribe lo que quieras, pero yo soy una fuente anónima. ¿De acuerdo?

—Vale —contestó Mikael.

Naturalmente, a la luz de los acontecimientos posteriores su respuesta constituía un error.

Los hombres que no amaban a las mujeres

Stieg Larsson,

Planeta, pág. 37 (2005).

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ni con el pétalo de una rosa

Desde hace unas semanas vengo leyendo Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson (Planeta, 2005). ¿Ya se los había dicho? De no ser así, ahí está: todos los días cargo en mi bolso este tremendo ladrillo que entretienen mis traslados en el Metropolitano. Me molestaba el título tan directo y cómo los demás tomaban a la ligera su significado. En general, la primera parte de la novela no trascendía más allá de ser una historia policial adictiva.

Sin embargo, el estribillo de la segunda parte me hizo retomar el tema central del libro: “En Suecia, el cuarenta y seis por ciento de las mujeres han sufrido violencia por parte de algún hombre”.

Las relaciones entre hombres y mujeres continúan siendo complejas, y seguirá así por mucho tiempo. A pesar de los avances, una extraña nube negra ensombrece la cabeza de muchos varones e impide que entiendan y respeten la individualidad de la mujer.

No creo que la mujer sea mejor que el hombre. Es más, creo que la sexualidad es una línea imaginaria en la sociedad. Sin embargo, es imposible dejar pasar tantos actos de violencia de género que se perpetran diariamente. No debería ser tan difícil entender que como individuos somos diferentes; y así mismo, aprender de la tolerancia y respetarnos.

En el prólogo de la novela se describe una extraña flor que ha llegada como obsequio de cumpleaños. Este presente se ha vuelto una tradición desde hace más de cuarenta años y podría traer una pista sobre la desaparición de una mujer. Precisamente, la singularidad de la flor me recuerda a las particularidades que tenemos cada uno de nosotros como individuos y que, al fin de cuentas, es nuestra responsabilidad proteger.

“El nombre latino era Leptospermum (Myrtaceae) rubinette. Se trataba de una planta bastante insignificante, con pequeñas hojas parecidas a las del brezo y una flor blanca, de dos centímetros, con cinco pétalos. En total tenía unos doce centímetros de alto.

La especie era originaria de los bosques y las zonas montañosas de Australia, donde crecía entre grandes mantas de hierba. En Australia la llamaban Desert Snow. Más tarde, una especialista de un jardín botánico de Uppsala constataría que se trataba de una flor poco común, raramente cultivada en Suecia. En su informe, la botánica explicaba que la planta estaba emparentada con la Leptospermum flavescens y que a menudo se confundía con su prima, la Leptospermum scoparium, considerablemente más frecuente, que crecía por doquier en Nueva Zelanda. La diferencia, según la experta, consistía en que la Rubinette presentaba, en los extremos de los pétalos, un pequeño número de puntos microscópicos de color rosa, que le daban un tono ligeramente rosáceo.

En general, la Rubinette era una flor asombrosamente humilde. Carecía de valor comercial. No poseía ninguna propiedad medicinal conocida ni provocaba efectos como condimento y resultaba inútil para fabricar tintes vegetales. En cambio, tenía cierta importancia para los aborígenes de Australia, quienes, por tradición, consideraban sagradas la región de Ayers Rock y su flora, Por lo tanto, el único objeto existencia de la flor parecía ser el de alegrar el paisaje de su caprichosa belleza.

En su informe, la botánica de Uppsala comentaba que si la Desert Snow era rara en Australia, en Escandinavia resultaba simplemente excepcional. No había visto jamás un ejemplar, pero se habían realizado intentos de introducir la planta en unos jardines de Gotemburgo y que, quizá, a título individual, fuera cultivada en pequeños invernaderos por amantes de las flores y aficionados a la botánica. La dificultada de su cultivo en Suecia se debían a que requería un clima suave y seco; además, debía estar en el interior durante la época invernal. El suelo calizo resultaba inapropiado y, por si fuera poco, necesitaba que el agua se le suministrara desde abajo, para que la absorbiera la raíz directamente. En fin, exigía muchas atenciones.”

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mesa de partes: Millennium I


Hoy, 10 de diciembre, día en el que por fin le entregaron el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, Estocolmo se convirtió en una de las ciudades más nombradas en todas partes. Si a esto le agregamos que el creador de Wikileaks, Julian Assager, fue detenido y será próximamente extraditado a su Suecia, trae como resultado una completa cobertura de los últimos acontecimientos de interés mundial en esta ciudad.

Hoy, 10 de diciembre, también se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, palabras clave que no debemos olvidar y que se ven muy relacionados con el galardón de Mario Vargas Llosa y Julian Assager. Pero ese es otro cuento.

Les nombraba a Estocolmo, porque es está misma ciudad la que me seduce cada día, al leer Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson (Planeta, 2005). Tantos periodistas en la capital me hacen creer que están buscando a Harriet Vanger. Así que mándenle saludos a Lisbeth Salander de mi parte. J

Harriet Vanger desapareció hace treinta y seis años en una isla sueca propiedad de su poderosa familia. A pesar del despliegue policial, no se encontró ni rastro de la muchacha. ¿Se escapó? ¿Fue secuestrada? ¿Asesinada? El caso está cerrado y los detalles olvidados. Pero su tío Henrik Vanger, un empresario retirado, vive obsesionado con resolver el misterio antes de morir. En las paredes de su estudio cuelgan cuarenta y tres flores secas y enmarcadas. Las primeras siete fueron regalos de su sobrina; las otras llegaron puntualmente para su cumpleaños, de forma anónima, desde que Harriet desapareció. Mikael Blomkvist acepta el extraño encargo de Vanger de retomar la búsqueda de su sobrina. Periodista de investigación y alma de la revista Millennium, dedicada a sacar a la luz los trapos sucios de la política y finanzas, Blomkvist está vigilado y encausado por una querella por difamación y calumnia presentada por un grupo industrial que amenaza con arruinar su carrera y su reputación. Contará con la colaboración inesperada de Lisbeth Salander, una peculiar investigadora privada, socialmente inadaptada, tatuada y llena de piercings, y con extraordinarias e insólitas cualidades.

Así empieza esta magnífica novela que es la crónica de los conflictos de una familia, un fascinante fresco del crimen y del castigo, de perversiones sexuales y trampas financieras; un entramado violento y amenazante en el que no obstante, crecerá una tierna y frágil historia de amor entre dos personajes absolutamente inolvidables.

Gracias a mis amigos de Grupo Planeta Perú por ser tan generosos conmigo y haberme obsequiado este ejemplar. ¡Empezó la Larsonmanía¡ J

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