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domingo, 5 de agosto de 2012

La eterna Alejandra


Lo sé, me volví a perder. Pero no podía desaparecer por completo sin comentar una de las novelas más hermosas y esclarecedoras que haya leído este verano (esperen un momento confirmo con mi Anobii… sí este verano).

Lo recuerdo muy claramente porque fue cuando cambié mi estado en Facebook de «En año sabático» a «Leyendo a Sabato». Sucede que tenía planeado leer la trilogía de Ernesto Sabato, solo era cuestión de tiempo. Ya había leído El Tunel y sé que los siguientes pasos en orden cronológico son Sobre héroes y tumbas y por último Abaddón el exterminador. Así que puse mis garras sobre la segunda en la lista y me interné en sus páginas.

Sobre héroes y tumbas nos cuenta la historia del atormentado amor entre Alejandra y Martín, en medio de la locura que envuelve a la familia de ella y el famoso incesto que tiene con su padre. La novela termina como se anunció desde un principio: El parricidio que cometió Alejandra, quemando a su padre y suicidándose ella misma, finalmente. Pero a lo largo de todos estos hechos, los enriquecedores diálogos entre los diferentes personajes son la droga que no te permite salir de la adicción a su lectura.

¿Qué puedo comentar? Demás está decir que muchas mujeres se han sentido identificadas con Alejandra, y no pocos hombres la han maldecido por haber conocido su equivalente en algún momento de sus vidas.

Martín es un joven solo. Él conoce bien la soledad pues se siente despreciado aún por la propia madre. Abandonado, subestimado y no querido, él se ve a sí mismo como un perro callejero sin dueño.

«Y cuando llegaba a ese punto y cuando parecía que ya nada tenía sentido, se tropezaba acaso con uno de esos perritos callejeros, hambrientos y ansiosos de cariño, con su pequeño destino (tan pequeño como su cuerpo y su pequeño corazón que valientemente resistía hasta el final, defendiendo aquella vida chiquita y humilde como una fortaleza diminuta), y entonces, recogiéndolo, llevándolo hasta una cucha improvisada donde al menos no pasase frío, dándole algo de comer, convirtiéndose en sentido de la existencia de aquel pobre bicho, algo más enigmático pero más poderoso que la filosofía parecía volverle a dar sentido a su propia existencia. Como dos desamparados en medio de la soledad que se acuestan juntos para darse mutuamente calor».

Esta condición es la que lo hace más vulnerable a la tortuosa relación que tiene con Alejandra, una chica extraña que se muestra interesada en Martín, pero que al irlo introduciendo más en su vida personal y familiar siente remordimiento por el dolor que le vaya a causar.

Alejandra sin duda es diferente. Su misteriosa vida hace que su existencia sea un tormento, pues sufre en exceso ante los múltiples estímulos externos. A esto se le suma una herencia genética que la conduce a la locura. Pero ¿qué es eso que la tiene tan abrumada?

Aquí quiero empezar la explicación con un calificativo: Sabato es un genio. En muchos capítulos de la novela, el autor nos seduce con una historia de amor que hace sufrir inexplicablemente. Justo igual como el que mucho hemos tenido. Es por esas idas y vueltas que algunos indican este libro como tierno, y no dejan de tener razón. Los personajes de Alejandra y Martín son memorables, queridos y entrañables. Nuestros yos internos ruegan que terminen juntos, para dar fin a la historia que posiblemente aún tenemos. Pero no es así. Esta historia no es solo de amor, es psicológica y sociológica. Es más, es hasta realista.

Ernesto Sabato toca en esta novela el tema del incesto con una sutileza que te permite ser testigo, casi sin juzgar, de uno de los hechos más castigados en nuestra sociedad. Alejandra y su padre Fernando viven una relación incestuosa desde no se detalla cuántos años atrás. Pero lo raro es que la novela no dice que sea violación (al menos que se haya escapado a mis ojos), sino incesto. Es decir, la relación sexual entre dos personas con parentesco sanguíneo. La única explicación que se da es la locura por la que atraviesa el padre y que también absorbe a la hija. No dicen que a Alejandra le disguste, pues, como toda relación sexual, al producir placer se borran todos los estándares que la sociedad norma. Pero lo que se intuye es que ella se siente culpable por la relación anormal con su progenitor. Es por ello que decide terminar con sus martirios, acabando con la fuente del pecado: Ella y él.

Creo que la historia entre Alejandra y Martín es linda y romántica, pero si tuviera que elegir el centro de la novela pues escogería a Alejandra y Fernando, por todo lo que implica y los límites entre lo aceptable y condenable que este libro abre en debate.

Por último, quiero compartir una canción que no sé si tiene algo que ver con Sobre héroes y tumbas, si fue inspirado en ella o no, pero su letra me hace recordar tanto a Alejandra. La eterna Alejandra.


Veremos en cuántos meses me vuelvo a conectar. ¡Saludos!
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