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lunes, 15 de febrero de 2010

Para los aficionados del juego del ahorcado

Me provoca compartir con Uds. una visión personal de una novela corta leída recientemente. Se trata de El juego del ahorcado de la autora española Imma Turbau, editado en el 2008 por la editorial independiente peruana Estruendomudo.

El juego del ahorcado nos presenta a Sandra, una calígrafa profesional que se acaba de enterar del suicidio de su gran amor adolescente, David. Sin embargo, lo que une a Sandra y David es más que una pasión descontrolada y pueril; ambos guardan en secreto el asesinato de un vagabundo drogadicto que había atacado a Sandra, abusando de ella. Pero la victima, embriagada de rabia, logra vengarse y golpearlo fríamente. Sólo se detiene cuando es consolada por la muerte de este individuo. Luego, regresa con David, a quién le cuenta todos los hechos. Éste, endemoniado, decide ir al lugar donde ocurrió el abuso a deshacerse del cadáver. Fue este hecho el que determina el resto de la narración. Los cambios intempestivos del carácter de David. Su obsesión, celos y agresiva conducta, va deteriorando la profunda pasión que Sandra sentía por él. Finalmente, ella no puede más y decide alejarse de David. Esta situación enferma aún más a David, quién decide tomar un tratamiento psicológico, tras ser diagnosticado como maníaco depresivo.

Sin embargo, la definitiva separación de Sandra y David trajo consigo una confesión muy importante. Por medio de una carta, David le explica qué era lo que tanto le enfermaba. El hombre que Sandra pensó había matado logró sobrevivir a su ataque y en el momento en que David regreso al lugar, lo atacó. David se defendió como pudo; sin embargo, en un accidente, el vagabundo cayó a lo hondo de un pozo, hecho que marcaría para siempre a David. Sandra olvido el supuesto homicidio con mucha facilidad y dureza; pero David no había tenido la misma suerte. El fantasma de ese extraño lo atormento desde ese día para siempre.

El nombre de la novela obedece al juego infantil con el que David y Sandra se entretenían en la biblioteca del colegio. Para ellos era al más que un divertimento, era su forma de expresar. Por medio del juego del ahorcado ellos podían decir palabras y frases que no se les permitía pronunciar, o pensamientos que estaban impedidos de imaginar. Si no acertaban, solían alargar mucho la cuerda para evitar el trágico final de la horca. Pero este juego de niños se extendió por años y Sandra nunca logró hallar el mensaje oculto de David. La ansiedad, la presión y la soledad hicieron que el juego cobrará su primera victima: David amaneció ahorcado en su casa.

Esta novela abarca algo más que la aventura y desventuras de unos adolecentes rebeldes que buscaban contradecir a todo lo que se les imponía. Nos habla de la incomunicación y la soledad. Y de cómo estos puede traer consecuencias irreparables a través de los años. La complejidad humana puede ser tan amplia que es difícil explicar debidamente lo que se encuentra detrás de cada actitud.

La novela no es lo mejor que uno haya leído, pero si entretiene y engancha. La misma suerte corre la película del mismo nombre que se hizo basada en el libro. No deja huella, pero te distrae por un par de horas.




domingo, 7 de febrero de 2010

Los días rojos de Simone

Menarquia segunda, de Mireia Pérez

Durante unos días, cada mes, los estados de algunas amigas en el Facebook cambian a quejas bastante explícitas sobre las molestias que sufren debido a la tan mentada regla. Sin embargo, somos muchas las que no entendemos toda la complejidad biológica que significa ser mujer. Para ilustrarnos mejor, siempre es bueno recurrir a la documentación certificada. En esta oportunidad, los dejo con un segmento de “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir explicando cuál es el proceso interno que todas pasamos durante el ciclo de menstruación. Luego de leerlo una se siente identificada y hasta maravillada con nuestra naturaleza.


"Los anglosajones llaman a la menstruación the curse, es decir “la maldición”; y, en efecto, en el ciclo menstrual no hay ninguna finalidad individual. En tiempos de Aristóteles se creía que cada mes fluía una sangre destinada a constituir, en caso de fecundación, la sangre y la carne del niño; la verdad de esta vieja teoría radica en que la mujer esboza sin respiro el proceso de la gestación. Entre los demás mamíferos, ese ciclo menstrual sólo se desarrolla durante una estación del año, y no va acompañado de flujo sanguíneo: únicamente entre los monos superiores y en la mujer se cumple cada mes en el dolor y la sangre. Durante catorce días aproximadamente, uno de los folículos de Graaf que envuelve a los óvulos aumenta de volumen y madura mientras el ovario secreta la hormona situada al nivel de los folículos y llamada foliculina. En el decimocuarto día se efectúa la puesta: la pared del folículo se rompe (lo que acarrea a veces una ligera hemorragia) y el huevo cae en las trompas, mientras la cicatriz evoluciona de manera que constituye el cuerpo amarillo. Comienza entonces la segunda fase o fase luteínica, caracterizada por la secreción de la hormona llamada progestina, que actúa sobre el útero. Éste se modifica: el sistema capilar se congestiona y ésta se pliega, se abarquilla, formando a modo de encajes; así se construye en la matriz una cuna destina a recibir el huevo fecundado. Siendo irreversible estas transformaciones celulares, en el caso en que no haya fecundado ese edificio no se reabsorbe: tal vez en los otros mamíferos los despojos inútiles sean arrastrados por los vasos linfáticos. Pero en la mujer, cuando los encajes endometriales se desmoronan, se produce una exfoliación de la mucosa, los capilares se abren y al exterior rezuma una masa sanguínea. Después, mientras el cuerpo amarillo degenera, la mucosa se reconstruye y comienza una nueva fase folicular. Este complejo proceso, todavía bastante misterioso en sus detalles, trastorna a todo el organismo, puesto que se acompaña de secreciones hormonales que reaccionan sobre el tiroides y la hipófisis, sobre el sistema nervioso central y el sistema vegetativo, y, por consiguiente, sobre todas las vísceras. Casi todas las mujeres —más del 85 por 100— presentan trastornos durante este período. La tensión arterial se eleva antes del comienzo del flujo sanguíneo y disminuye a continuación; aumentan las pulsaciones y frecuentemente la temperatura: los casos de fiebre menudean; el abdomen se hace dolorosamente sensible; se observa a menudo una tendencia al estreñimiento, seguido de diarreas; también suele aumentar el volumen del hígado y producir retención de la urea, albuminuria; muchas mujeres presentan una hiperemia de la mucosa pituitaria (dolor de garganta), y otras, trastornos del oído y la vista; aumenta la secreción de sudor, que va acompañada al principio de las reglas por un olor sui generis que puede ser muy fuerte y persistir durante toda la menstruación. Aumenta el metabolismo basal. Disminuye el número de glóbulos rojos; sin embargo, la sangre transporta sustancias generalmente conservadas en reserva en los tejidos, particularmente sales de calcio; la presencia de esas sales reacciona sobre el ovario, sobre el tiroides, que se hipertrofia; sobre la hipófisis, que preside la metamorfosis de la mucosa uterina y cuya actividad de ve acrecentada; esta inestabilidad de las glándulas provoca una gran fragilidad nerviosa: el sistema central es afectado; a menudo hay cefalea, y el sistema vegetativo reacciona con exageración: hay disminución del control automático por el sistema central, lo que libera reflejos, complejos convulsivos, y se traduce en un humor muy inestable; la mujer se muestra más emotiva, más nerviosa, más irritable que de costumbre, y puede presentar trastornos psíquicos graves."



DE BEAUVOIR, Simone. El segundo sexo. Traducción de Juan García Puente. Editorial Debolsillo; 3º edic. Buenos Aires, 2009. Pág 38-40.
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