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miércoles, 15 de junio de 2016

El arte de la rebeldía, según Jane Eyre

Lo sé, me volví a perder. Pero tengo muchos apuntes y me parece que serían un desperdicio si no los publico.

Sí, continúo encantada con Jane Eyre. En algún momento dije que con nadie me había sentido tan identificada. Que su prosa es perfecta. Su narrativa es como si leyera un diario personal. Su aire es mi aire. Nada sobra, todo es exacto.

Pero vayamos por el principio y con full spoiler.

Jane Eyre es una obra universal y de crecimiento que acompaña a la protagonista desde su primera escena importante cuando tenía a penas 10 años. Ella es huerfana y la familia de su tío se encarga de ella por obligación. No se siente querida y los dueños de la casa la tratan peor que a una críada.

Aquí tuve una primera reflexión: Me he dado cuenta que en muchas de las historias de época, normalmente las protagonistas son pobres, chicas indefensas que no tienen fortuna y por cosas del destino sufren las mayores desgracias. Pero claro, estas mujeres son inteligentes y logran hacer frente a las adversidades y convertirse en las heroínas del cuento. ¿En verdad debe ser tan predecible?

Pero por otro lado, es como si los escritores no se atrevieran a dar un paso más alla en las penas de un personaje. Trataba de hacer memoría y no recuerdo alguna historía de época con una protagonista mujer, donde el personaje sea una críada. Siempre es como una señorita que no tuvo fortuna, pero ¿las críadas o sirvientas no pueden también ser dueños de su propia historia? ¿La época era tan elitista que ni se podría pensar en una sirvienta que fuera protagonista?

Bueno, talvez soy muy rádical y no recuerdo una historia con estas características. Si uds. sí lo recuerdan, por favor díganme algún título en un comentario :)

Regresando al tema, Jane Eyre sufría la peor violencia doméstica que una niña de su edad podría recibir. Claro que Jane Eyre no es una niña cualquiera. No. Ella lee.

Talvez los escritores aquí buscan hacer un poco de justicia al bullying que pudieron sufrir, ¿no? Y es que es muy frecuente encontrar que los protagonistas leen, haciendo de esta virtud su principal diferencia del resto.
Entonces, habíamos dicho que Jane leía y mucho. Gozaba de la lectura y era su única compañía desde muy pequeña. Mientras los niños ricos jugaban con lo mejor de la época, ella leía. Este hábito hizo que ella desarrollará su críterio; y como todo intelectúal en su edad más joven, su rebeldía.

Ella decidió hacerle frente a la violencia de su tía, la Señora Reed, y en un momento de total líbido, furia, cansancio y deseo de libertad, no solo atacó a la dueña de la casa, sino que usó sacó su artillería más pesada: La palabra.


Pero como suele pasar, la victoria le duró poco. La adrenalina, el espíritu de libertad, la emancipación y todos los ideales que la condujeron a esta explosión, poco a poco fueron disminuyendo. En su lugar quedó la vergüenza, la tristeza y la soledad que se siente cuando una se odia a sí misma. Y es que, a veces, por más que tu bandera fuera muy noble, si terminas lastimando a alguien más, terminas lastimándote tú misma.

Creo que a todos nos ha pasado.

Los dejo con esta reflexión, hasta una nueva oportunidad en que pueda compartir con uds. algunos de mis apuntes.

En serio, lean a Jane Eyre y coménteme.



jueves, 16 de diciembre de 2010

Ni con el pétalo de una rosa

Desde hace unas semanas vengo leyendo Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson (Planeta, 2005). ¿Ya se los había dicho? De no ser así, ahí está: todos los días cargo en mi bolso este tremendo ladrillo que entretienen mis traslados en el Metropolitano. Me molestaba el título tan directo y cómo los demás tomaban a la ligera su significado. En general, la primera parte de la novela no trascendía más allá de ser una historia policial adictiva.

Sin embargo, el estribillo de la segunda parte me hizo retomar el tema central del libro: “En Suecia, el cuarenta y seis por ciento de las mujeres han sufrido violencia por parte de algún hombre”.

Las relaciones entre hombres y mujeres continúan siendo complejas, y seguirá así por mucho tiempo. A pesar de los avances, una extraña nube negra ensombrece la cabeza de muchos varones e impide que entiendan y respeten la individualidad de la mujer.

No creo que la mujer sea mejor que el hombre. Es más, creo que la sexualidad es una línea imaginaria en la sociedad. Sin embargo, es imposible dejar pasar tantos actos de violencia de género que se perpetran diariamente. No debería ser tan difícil entender que como individuos somos diferentes; y así mismo, aprender de la tolerancia y respetarnos.

En el prólogo de la novela se describe una extraña flor que ha llegada como obsequio de cumpleaños. Este presente se ha vuelto una tradición desde hace más de cuarenta años y podría traer una pista sobre la desaparición de una mujer. Precisamente, la singularidad de la flor me recuerda a las particularidades que tenemos cada uno de nosotros como individuos y que, al fin de cuentas, es nuestra responsabilidad proteger.

“El nombre latino era Leptospermum (Myrtaceae) rubinette. Se trataba de una planta bastante insignificante, con pequeñas hojas parecidas a las del brezo y una flor blanca, de dos centímetros, con cinco pétalos. En total tenía unos doce centímetros de alto.

La especie era originaria de los bosques y las zonas montañosas de Australia, donde crecía entre grandes mantas de hierba. En Australia la llamaban Desert Snow. Más tarde, una especialista de un jardín botánico de Uppsala constataría que se trataba de una flor poco común, raramente cultivada en Suecia. En su informe, la botánica explicaba que la planta estaba emparentada con la Leptospermum flavescens y que a menudo se confundía con su prima, la Leptospermum scoparium, considerablemente más frecuente, que crecía por doquier en Nueva Zelanda. La diferencia, según la experta, consistía en que la Rubinette presentaba, en los extremos de los pétalos, un pequeño número de puntos microscópicos de color rosa, que le daban un tono ligeramente rosáceo.

En general, la Rubinette era una flor asombrosamente humilde. Carecía de valor comercial. No poseía ninguna propiedad medicinal conocida ni provocaba efectos como condimento y resultaba inútil para fabricar tintes vegetales. En cambio, tenía cierta importancia para los aborígenes de Australia, quienes, por tradición, consideraban sagradas la región de Ayers Rock y su flora, Por lo tanto, el único objeto existencia de la flor parecía ser el de alegrar el paisaje de su caprichosa belleza.

En su informe, la botánica de Uppsala comentaba que si la Desert Snow era rara en Australia, en Escandinavia resultaba simplemente excepcional. No había visto jamás un ejemplar, pero se habían realizado intentos de introducir la planta en unos jardines de Gotemburgo y que, quizá, a título individual, fuera cultivada en pequeños invernaderos por amantes de las flores y aficionados a la botánica. La dificultada de su cultivo en Suecia se debían a que requería un clima suave y seco; además, debía estar en el interior durante la época invernal. El suelo calizo resultaba inapropiado y, por si fuera poco, necesitaba que el agua se le suministrara desde abajo, para que la absorbiera la raíz directamente. En fin, exigía muchas atenciones.”

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