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viernes, 8 de julio de 2011

Lo que La loca de la casa me enseñó

El día de mi cumpleaños, mi proveedor de libros personal me regaló La loca de la casa, de Rosa Montero (Alfaguara, 2003). Lo hizo con la añadidura de que Montero era una autora española que no me podía perder. Es difícil encontrar buenos escritores contemporáneos, así que una recomendación como esa no podía desestimarse. Más, siendo mujer quien escribe.

La loca de la casa resultó un libro demasiado entretenido, muy bien escrito e inspirador. Montero dice que se trata de su libro más autobiográfico. En él podrás encontrar un conjunto de ensayos referidos al arte de escribir; desde experiencias personales hasta anécdotas de los literatos más reconocidos a nivel mundial.

Para desmenuzar mejor esta obra, pueden revisar el post que El Nictálope hizo sobre ella. Yo no podría hacer algo parecido ya que no tengo vocación de escritora. Mi único papel con respecto a la literatura es de ser 100% lectora y hacia eso me dirijo. No más.

Sin embargo, no quería dejar de compartir uno de los fragmentos que más ha calado en mí. Se trata de la eterna pregunta de si ¿existe una literatura para mujeres? No comentaré más y espero que los siguientes párrafos les ayuden a la reflexión, tanto como lo hizo conmigo.

En el transcurso de un simpósium internacional sobre literatura de mujeres, celebrado en la Universidad de Lima en 1999, dije por primera vez en público una frase que luego he visto repetir a otros convertida en un tópico colectivo. Que se me perdone la jactancia (ay, la vanidad) de reclamar la autoría de la frase, pero quizá sea la única ocasión en la que un pensamiento mío adquiera vida propia y pase a formar parte de los dichos comunes de una sociedad. Y lo que dije fue: Cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo considera que está hablando sobre mujeres; mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todo el mundo considera que está hablando del género humano.

No tengo ningún interés, absolutamente, en escribir sobre mujeres. Quiero escribir sobre el género humano, pero da la casualidad de que el cincuenta y uno por ciento de la Humanidad es de sexo femenino; y, como yo pertenezco a ese grupo, la mayoría de mis protagonistas absolutamente son mujeres, del mismo modo que los novelistas varones utilizan por lo general personajes principales masculinos. Y ya va siendo hora de que los lectores hombres se identifiquen con las protagonistas mujeres, de la misma manera que nosotras nos hemos identificado durante siglos con los protagonistas masculinos, que eran nuestros únicos modelos literarios; porque esa permeabilidad, esa flexibilidad de la mirada, nos hará a todos más sabios y más libres.

(…) No, no existe una literatura de mujeres. Uno puede hacer la prueba de leerle a otra persona fragmentos de novelas, y estoy segura de que el oyente no atinará con el sexo de los autores más allá del mero acierto estadístico. Una novela es todo lo que el escritor es: sus sueños, sus lecturas, su edad, su lengua, su apariencia física, sus enfermedades, sus padres, su clase social, su trabajo… y también su género sexual, sin duda alguna. Pero es, el sexo, no es más que un ingrediente entre muchos otros. (…) Lo más probable es que yo tenga mucho más que ver con un autor español, varón, de mi misma edad y nacido en una gran ciudad, que con una escritora negra, sudafricana y de ochenta años que haya vivido en apartheid. Porque las cosas que nos separan son muchas más que las que nos unen. (169-171)

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