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domingo, 7 de febrero de 2010

Los días rojos de Simone

Menarquia segunda, de Mireia Pérez

Durante unos días, cada mes, los estados de algunas amigas en el Facebook cambian a quejas bastante explícitas sobre las molestias que sufren debido a la tan mentada regla. Sin embargo, somos muchas las que no entendemos toda la complejidad biológica que significa ser mujer. Para ilustrarnos mejor, siempre es bueno recurrir a la documentación certificada. En esta oportunidad, los dejo con un segmento de “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir explicando cuál es el proceso interno que todas pasamos durante el ciclo de menstruación. Luego de leerlo una se siente identificada y hasta maravillada con nuestra naturaleza.


"Los anglosajones llaman a la menstruación the curse, es decir “la maldición”; y, en efecto, en el ciclo menstrual no hay ninguna finalidad individual. En tiempos de Aristóteles se creía que cada mes fluía una sangre destinada a constituir, en caso de fecundación, la sangre y la carne del niño; la verdad de esta vieja teoría radica en que la mujer esboza sin respiro el proceso de la gestación. Entre los demás mamíferos, ese ciclo menstrual sólo se desarrolla durante una estación del año, y no va acompañado de flujo sanguíneo: únicamente entre los monos superiores y en la mujer se cumple cada mes en el dolor y la sangre. Durante catorce días aproximadamente, uno de los folículos de Graaf que envuelve a los óvulos aumenta de volumen y madura mientras el ovario secreta la hormona situada al nivel de los folículos y llamada foliculina. En el decimocuarto día se efectúa la puesta: la pared del folículo se rompe (lo que acarrea a veces una ligera hemorragia) y el huevo cae en las trompas, mientras la cicatriz evoluciona de manera que constituye el cuerpo amarillo. Comienza entonces la segunda fase o fase luteínica, caracterizada por la secreción de la hormona llamada progestina, que actúa sobre el útero. Éste se modifica: el sistema capilar se congestiona y ésta se pliega, se abarquilla, formando a modo de encajes; así se construye en la matriz una cuna destina a recibir el huevo fecundado. Siendo irreversible estas transformaciones celulares, en el caso en que no haya fecundado ese edificio no se reabsorbe: tal vez en los otros mamíferos los despojos inútiles sean arrastrados por los vasos linfáticos. Pero en la mujer, cuando los encajes endometriales se desmoronan, se produce una exfoliación de la mucosa, los capilares se abren y al exterior rezuma una masa sanguínea. Después, mientras el cuerpo amarillo degenera, la mucosa se reconstruye y comienza una nueva fase folicular. Este complejo proceso, todavía bastante misterioso en sus detalles, trastorna a todo el organismo, puesto que se acompaña de secreciones hormonales que reaccionan sobre el tiroides y la hipófisis, sobre el sistema nervioso central y el sistema vegetativo, y, por consiguiente, sobre todas las vísceras. Casi todas las mujeres —más del 85 por 100— presentan trastornos durante este período. La tensión arterial se eleva antes del comienzo del flujo sanguíneo y disminuye a continuación; aumentan las pulsaciones y frecuentemente la temperatura: los casos de fiebre menudean; el abdomen se hace dolorosamente sensible; se observa a menudo una tendencia al estreñimiento, seguido de diarreas; también suele aumentar el volumen del hígado y producir retención de la urea, albuminuria; muchas mujeres presentan una hiperemia de la mucosa pituitaria (dolor de garganta), y otras, trastornos del oído y la vista; aumenta la secreción de sudor, que va acompañada al principio de las reglas por un olor sui generis que puede ser muy fuerte y persistir durante toda la menstruación. Aumenta el metabolismo basal. Disminuye el número de glóbulos rojos; sin embargo, la sangre transporta sustancias generalmente conservadas en reserva en los tejidos, particularmente sales de calcio; la presencia de esas sales reacciona sobre el ovario, sobre el tiroides, que se hipertrofia; sobre la hipófisis, que preside la metamorfosis de la mucosa uterina y cuya actividad de ve acrecentada; esta inestabilidad de las glándulas provoca una gran fragilidad nerviosa: el sistema central es afectado; a menudo hay cefalea, y el sistema vegetativo reacciona con exageración: hay disminución del control automático por el sistema central, lo que libera reflejos, complejos convulsivos, y se traduce en un humor muy inestable; la mujer se muestra más emotiva, más nerviosa, más irritable que de costumbre, y puede presentar trastornos psíquicos graves."



DE BEAUVOIR, Simone. El segundo sexo. Traducción de Juan García Puente. Editorial Debolsillo; 3º edic. Buenos Aires, 2009. Pág 38-40.

1 comentario:

Jenofonte Perez dijo...

Dependiendo de las circunstancias, a veces puede ser una bendición.

=O

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