Dicen que la madre es la fuente de la cultura. Sin ellas, los descendientes chinos en el Perú hubieran perdido, en mayor medida, su esencia; pues eran las madres quienes mantenían el idioma de los coolíes y por medio de ésta, su identidad. Debe ser por ello que la identidad es de género femenino, como el instinto maternal que abriga la cultura.*
Y la identidad es, justamente, el tema prevaleciente en Luz de Agosto de William Faulkner**. Una obra universal que narra la historia de un pueblo, que finaliza del mismo modo que como inicia, y presenta a diferentes personajes, cada uno más complejo que el otro y vinculados todos con Joe Christmas.
Este muchacho, que lleva en su nombre una de las celebraciones religiosas más importantes a nivel mundial, trae a la obra temas polémicos como el racismo, la maldad y la religión; que son a su vez resumidas en una sola persona.
Un niño que desconocía su pasado, ve pasar sus años primero con indiferencia, luego con rebeldía, rencor, amargura y finalmente odio. Un sinfín de emociones que fueron reflejándose con inexplicables antipatías hacia los personajes femeninos que le rodeaban.
En un principio, con un desgano referente a la encargada del refectorio del centro de adopción donde vivía hasta los cinco años. Luego, como la rebeldía y martirio que sentía hacía su madre adoptiva, la señora McEachern.
La única mujer por la que tuvo un sentimiento positivo fue Bobbie Allen, una mesera y prostituta que llegó a ser su amante, pero quien lo dejó luego que Joe atacara a su apoderado, el señor McEachern.
Luego solo, se alejó de todo su pasado y se instaló en la ciudad de Jefferson, donde vivía del contrabando de licor. Con el tiempo se convirtió en el amante de la señorita Burden, a la que terminó asesinando, al sentirse cada vez más implicado emocionalmente, formando parte de una familia y dejándose cuidar por ella. Seguramente será esta nueva intimidad fue la que revivió sus conflictos internos al no saberse reconocido ni tampoco identificado con nadie.
“No era el trabajo duro lo que él odiaba; no era tampoco los castigos ni la injusticia. Ya estaba acostumbrado a ello, incluso antes de conocer a sus padres adoptivos. No esperaba menos y, por consiguiente, no se sentía ni ultrajado ni sorprendido. Era la mujer: aquella tierna bondad de la cual se creía condenado a ser siempre la víctima y a la que odiaba más que a la justicia dura e inflexible de los hombres.”
(Luz de Agosto; pág. 162)
Y es que es tan cierto. La madre no solo te otorga la vida, sino también un seno familiar donde identificarse. Una cultura matriz de guía. Una comunidad formativa. No quisiera ni pensar que sería de mi vida sin todo lo que implica mi madre.
El pobre de Christmas sufrió en carne propia la ignorancia de su origen y la dicotomía de saberse de piel blanca, pero con la eterna tortura de tener sangre negra. Aún peor en una sociedad donde lo negro era sinónimo de muerte, maldad, pecado y todo lo negativo de la época.
A veces, las historias que están detrás de un criminal nos pueden enseñar más de la vida, aún más que lo que una puede creer.
* Una característica especial de la obra de William Faulkner es el uso que le da a la letra cursiva. Él lo utiliza como un tipo de metalenguaje, donde puede combinar a su voz en primera persona con su voz interna, la que casi siempre saca lo más intimo de su pensar.
** Para los interesados en saber más, un análisis original de la obra lo hizo @stanislausbhor con una visión algebraica de las historias en su post El álgebra de William Faulkner